Buscar la reconciliación y la paz supone una lucha al interior de sí mismo. Esto no es un camino de facilidad. Nada duradero se construye en la facilidad. El espíritu de comunión no es ingenuo, es ensanchamiento del corazón, profunda bondad, no escucha las sospechas.
Para ser portadores de comunión, ¿avanzaremos, en cada una de nuestras vidas, por el camino de la con fianza y una bon dad de corazón siempre renovada?
Sobre este camino, habrá a menudo fracasos. Entonces, acordémonos de que la fuente de la paz y la comunión están en Dios. En vez de desanimarnos, invocaremos al Espíritu Santo sobre nuestras fragilidades.
Y, a lo largo de toda la existencia, el Espíritu Santo nos concederá reemprender la ruta e ir, de comienzo en comienzo, hacia un porvenir de paz.
Hno. Roger,
Carta inacabada (para el año 2006)
Estos párrafos son parte de la meditación pronunciada al final del encuentro europeo de jóvenes de 2004 animado por la Comunidad de Taizé. Son las últimas palabras públicas del hermano Roger.
Hermano Roger de Taizé
(12 de mayo de 1915 – 16 de agosto de 2005)
La tarde del 16 de agosto de 2005, durante la oración común que reúne a los hermanos de Taizé y a una multitud de jóvenes, el hermano Roger es herido y muere pocos instantes después. Con noventa años de edad, dejaba tras de sí un testimonio de vida evangélica, de sencillez y audacia, de vida interior y comunión humana, de búsqueda de las fuentes de la confianza en Dios y la reconciliación en la familia humana.
Había nacido en Suiza el 12 de mayo de 1915, en el seno de una familia de origen protestante. Después de cursar sus estudios de teología, se establece en el pequeño pueblo de Taizé, en la Borgoña francesa cuando tiene apenas 25 años. Allí, en la pobreza y la soledad de los comienzos, prepara el nacimiento de una comunidad de inspiración monástica —una de las primeras desde el tiempo de la Reforma— con una especial dedicación a la reconciliación de quienes creen en Cristo y al servicio de los más pobres y vulnerables de la tierra. En 1949 los siete primeros hermanos hacen su compromiso de vida. Poco a poco la vida en Taizé se va consolidando como «parábola de la comunidad», y se convierte en punto de referencia para las iglesias y, ya desde la década de 1960, para los miles de jóvenes que son acogidos semana tras semana en la colina de Taizé.
A lo largo de los años, guiando a la comunidad en la dinámica de lo provisional, el hermano Roger no deja de alentar —con sus escritos y palabras, pero sobre todo con sus gestos y su propio modo de vida— una renovación de la vida cristiana y de las iglesias.
Su muerte —que conmovió tanto al mundo eclesial como a hombres y mujeres de los más diversos ámbitos de la cultura, la política y la vida social— es hoy evocada como el don de una vida entregada «a causa de Cristo y el evangelio». Muchas comunidades eclesiales hacen memoria de su testimonio en este día, incluso inscribiendo su nombre en sus respectivos calendarios litúrgicos: desde la comunidad monástica de Bose, tan cercana a Taizé en el afecto y el camino emprendido, hasta Iglesias de la Comunión Anglicana, desde comunidades luteranas y reformadas a lo largo del mundo hasta las comunidades católico romanas que evocan la vida del hermano Roger con sencillez en sus celebraciones.
Señor misericordioso y santo,
te alabamos por el don del hermano Roger
a la iglesia y a la humanidad.
Con su vida y su palabra
ha narrado el amor y el perdón de Cristo
y ha trabajado por la unidad visible de los cristianos.
Concédenos también a nosotros
ser hombres y mujeres de reconciliación.
Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
Oración de la comunidad monástica de Bose
Homenaje al hermano Roger, escrito por el hno. Alois, prior de Taizé. [
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